El retablo central y la capilla están dedicados a la memoria de San Íñigo. Este santo, de conocida piedad en vida, fue confesor del rey Sancho III el Mayor, el cual le insistió en que fuese abad del Monasterio de San Salvador (1035). La llegada al monasterio de san Íñigo supone un impulso para el, por entonces, casi recién fundado monasterio castellano. Sus restos yacen en el arca que se custodia en el camarín, realizada a finales del siglo XVI. En el camarín se conservan frescos realizados por Francisco Bayeu, cuñado del genial Goya.
El retablo es barroco, realizado en el XVIII, se inspira a modo de arco triunfal, constituyendo todo un deleite iconográfico para la vista, conformado por la representación de santos, reyes, profetas, escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, etc.
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