Fresco de Santa María Egipciaca

Esta capilla recoge en sí misma todo un programa iconográfico digno de “degustar” desmenuzándolo lentamente. Está dedicada a Santa María de Egipto, y su finalidad es claramente moralizante.

Santa María de Egipto vivió en torno al siglo V de nuestra Era. Tras una vida de juventud disoluta y licenciosa, supo encontrar la conversión en una peregrinación que hizo a Jerusalén; desde entonces, se retiró al desierto y llevó una vida de puro ascetismo alejada del mundo. El relato de su vida lo conocemos a través de San Zósimo, que la visitó en alguna ocasión para llevarle el consuelo de la Eucaristía.

Los frescos nos presentan su vida y nos muestran cómo hasta los pecados más graves, es posible redimirlos gracias a la infinita misericordia de Dios y al sacramento de la Penitencia.

Especial mención merece el Cristo románico del siglo XII, llamado de Santa Tigridia, que se encuentra en esta capilla. Crucificado de cuatro clavos, sus hieráticas facciones y los pliegues de sus ropas nos alertan del dramatismo “indolente” tan propio de este estilo artístico medieval, donde el objetivo es resaltar más la majestad del Redentor que sus padecimientos por la pasión.

En los capiteles, decorados con motivos zoomorfos y antropomorfos, destaca la conservación de la policromía original.